¡Salta fuera de tu zona de confort!

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              Ésta ha sido una semana llena de sentimientos encontrados. Durante dos fines de semana y una semana laboral completa, he estado en China impartiendo un workshop en la escuela de arquitectura de Nanjing, una ciudad de unos 8 millones de habitantes que se encuentra a unas dos horas de Shanghai en dirección Noroeste.

          Tenía montones de motivos para no aceptar la invitación de esta universidad, motivada por una anterior misión comercial, realizada en noviembre del año pasado. No quería dejar tanto tiempo solos a mi mujer y a mi hijo. Tampoco quería dejar sola a mi mujer y socia al frente de la oficina con doble carga de trabajo, y encima estábamos realizando un concurso en la oficina que se entregaba justo en esas fechas. Muchos motivos para no hacerlo. O mejor dicho. Muchas excusas. Porque los motivos reales no eran esos. Eran los miedos de los que no hablaba. Miedo a lo desconocido. Miedo al viaje. Miedo a que algo pudiera pasar en la situación geopolítica internacional y me pillase allí, con el pie cambiado. Miedo a haber olvidado cómo se imparte la docencia arquitectónica. Miedo a estar sólo. Los verdaderos motivos por los que uno toma decisiones raramente son racionales, sino emotivos. Y el principal motivo para no hacer las cosas suelen ser los miedos. Frente a los miedos, están los anhelos. Anhelo de conocer una nueva cultura más a fondo. Anhelo de retomar la docencia arquitectónica, la cual echo de menos. Anhelo de beber nuevas cervezas, comer nuevas comidas, conocer personas con sensibilidades diferentes. Anhelo de viajar. Anhelo de nuevas experiencias.

          La única manera de convertir tus anhelos en realidades es venciendo tus miedos y saliendo de tu zona de confort. Ni que decir tiene que a ratos he estado sólo. Que el primer día de clase no sabía si mis alumnos entendían lo que les decía. Que en el avión ha habido momentos que me daban ganas de gritar. Pero al segundo día empezaron las correcciones y vi que estaba rodeado de gente brillante. He conocido a alumnos maravillosos y a profesores estupendos. Hasta he pasado buenos ratos en el avión charlando con una compañera de asiento. También he conocido la cuna del confucianismo (o de la confusión, como diría alguna miss), el memorial de la resistencia China a la invasión japonesa en la segunda guerra mundial, las bolsas de sopa (difícil explicar lo exquisitas que son), el hot pot (algo así como una «raclette» suiza, pero con agua especiada y mucha víscera, a Ruth le hubiese encantado), me he reencontrado con lugares de la anterior expedición comercial, me han dado unos masajes impresionantes, de pies y de cuerpo entero, me he hecho ropa a medida que me queda como un guante, he hablado con mi mujer y mi hijo todos los días varias veces y vuelvo con la mente fresca y abierta.

          Mi idea de este blog nunca ha sido que se convierta en un blog en el que cuento mis viajes o lo que he comido, que para eso está Facebook, o instagram, pero ahora mismo, en el avión de vuelta de Frankfurt, sentía una necesidad imperiosa de contar como me siento, de explicar con palabras esta sensación de euforia tranquila y de orgullo por haber afrontado mis miedos y abrazado mis anhelos. Creo que esto también tiene un valor, aunque no sea el estilo de explicación racional con el que acostumbro a enfrentar mis post en este blog. Por cierto, hemos entregado el concurso, y creo que es de lo mejor que se ha hecho en la oficina en mucho tiempo, así que igual voy a tener que irme más a menudo.

          Enrique de Hoyos, mi presidente en AJE Málaga y por encima de eso, mi amigo, citó a su filósofo oriental favorito en su discurso de los premios AJE Málaga de este año. Nada más y nada menos que al señor Miyagi. Cuando Daniel San le preguntaba cuantos troncos podía partir, él le respondía “Yo no saber, nunca he sido atacado por tronco”. Pues eso, que los troncos no atacan a las personas. Nuestros miedos suelen ser mayormente irracionales. Yo siguiendo la estela de mi presidente voy a citar a otro gran pensador, Will Smith, que un video de youtube que me ha venido a la cabeza explicaba los mil y un motivos por los que no quería tirarse en paracaídas, que fue precisamente enfrentarse a ellos lo que le hizo hacerlo, y que gracias a ello vivió una de las experiencias más bellas de su vida. Amigos míos, ¡No se a que estáis esperando para saltar!

https://www.youtube.com/watch?v=uq_ArF5wPME

Fracasa de nuevo, fracasa mejor.

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“Ever tried. Ever failed. No matter. Try again. Fail again. Fail better”.

Todo un mantra del emprendimiento, que tiene su origen en un texto de Samuel Beckett, Rumbo a peorParadójicamente, los estudiosos de la obra del Nobel de literatura que nos ocupa dicen que no era su intención generar una frase optimista, o vitalista, sino que aspiraba a recalcar la inevitabilidad del fracaso. Pero en la literatura, como en el arte, se producen estas paradojas de la hermenéutica, y es el receptor el que dota de significado a una obra, o a una frase.

Para mi, significa en primer término que dan igual los obstáculos que aparezcan en el camino, los palos en las ruedas que otros te pongan o los errores en el rumbo por ignorancia, despiste o error. Da igual las veces que falles. Hay que intentarlo una y mil veces, hasta conseguir tu objetivo. Desmonta el mito de la aptitud, y pone el énfasis en la actitud.

Thomas Alva Edison tuvo que hacer 10.000 ensayos para conseguir el filamento correcto con el que realizar la bombilla incandescente. Quedó para la posteridad su frase, «Tan sólo encontré 9.999 maneras de cómo no hacer una bombilla», y la pongo como ejemplo complementario a la frase de Beckett, pues creo que estamos hablando también de resilencia. Pensar en los errores como partes del éxito, o en el éxito como un error mejor que el anterior es sólo cuestión de enfoque.

Además, en estas dos frases concatenadas se intuye un método. El método cartesiano duda de cualquier verdad, para así ver qué verdades resisten esa duda. Aplica el método empírico, el ensayo y error, para la demostración de las hipótesis. Es curioso como algo tan aceptado por la ciencia, no esté sin embargo aceptado en nuestra sociedad, en nuestras lógicas, que rechazan el error y a aquellos que lo «perpetran». En nuestra cultura no se acepta el error como parte del camino necesario para llegar al éxito, ni se asume que el éxito no es absoluto, sino que se establece una línea irreal que separa a los que siempre fracasan de los que siempre triunfan. Los que vivimos el mundo de la empresa, sabemos que los éxitos llevan tras de sí muchas pruebas fallidas, mucho aprendizaje propio y ajeno, que es parte de la dinámica empresarial. En nuestro mundillo se suele decir «equivócate rápido y barato» , que son dos premisas muy importantes de la metodología lean startup y del design thinking.

Pero sobre todo, lo que me inspira esta frase es una incitación a ser valientes, a superar nuestros miedos, a salir de nuestras zonas de confort. Hay que perderle el miedo al fracaso, en la medida en que la posibilidad del mismo nos paralice, nos impida intentar cosas nuevas, probar cosas nuevas, abrir nuestros horizontes y optar al éxito. Esas inacciones, esas abulias, son las que nos llevan al paroxismo, las que nos alejan de nuestros objetivos. Debemos intentar siempre cosas nuevas. Podemos fallar, pero no importa, porque mientras nos quede vida, existe la posibilidad de volver a intentarlo, tras el aprendizaje de la anterior experiencia, para hacerlo mejor.

Creo que una de las mejores maneras de perderle el miedo al fracaso es asumir que no hay un éxito absoluto, de manera que no frenemos nuestros intentos ante el menor atisbo de inexactitud, que nos haga entrever que lo que hacemos no es perfecto. «hecho es mejor que perfecto» es sin duda una gran frase que creo que es de Mark Zuckerberg, y que continua con un «haz y siempre puedes mejorarlo» , o dicho de otra manera, «fracasa mejor», pues quizás Godot nunca llegue, pero siempre hay que esperarlo, o si me apuras, ir a buscarlo.

Como veis, una frase tiene tantos sentidos como personas la reciben.. ¿Qué sentido le dais vosotros?