
El objetivo de este post es visibilizar las ventajas de la colaboración empresarial, así como los riesgos de la estrategia del «lobo solitario» para nuestras organizaciones. Habrá quien me diga que no soy un testigo imparcial en esta causa, con todos los rollos asociativos en los que estoy metido, pero a aquellos les diré que en todo caso, soy un converso. Durante gran parte de mi vida he preferido hacer las cosas «a mi manera», en lugar de realizar el esfuerzo de compenetrarme con otros. Los que me conocéis sabéis que soy bastante social, pero los que me mejor me conocéis, también sabéis que tengo tendencia a aislarme en ciertas cosas, en determinadas situaciones, simplemente por el hecho de que me cuesta mucho consensuar. Seguramente esto tiene que ver con mi biografía (hijo único, empollón de la clase…) y con mi genética (tengo un amigo que dice que veo cosas que otros no ven, pero porque es un tío demasiado cortés como para decirme que a veces no veo cosas que otros ven muy claro). Por tanto, como converso que ha vivido en los dos lados de la frontera, os digo sin duda que me quedo con la colaboración aun a riesgo de perder ciertas comodidades de la autonomía. Tengo claro que la oficina dio un salto de calidad enorme cuando me asocié con Ruth, que mi paso por la escuela de arquitectura como profesor me abrió los ojos a cosas en las que antes estaba ciego gracias a conocer a grandes compañeros y arquitectos, se lo mucho que he aprendido en Esesa, en Económicas, y sobre todo en AJE, sobre como llevar una empresa, gracias al trato con gente excepcional de la que aprendo y sigo aprendiendo todos los días haciendo cosas con ellos. Si tengo que elegir, elijo la colaboración, pero lo cierto es que la colaboración ha pasado de ser una elección a ser en muchos casos una obligación.
Tenemos ejemplos en nuestras calles de negocios en los que el agente autónomo, el jugador independiente, está en vías de extinción. Los gimnasios o las panaderías, por poner ejemplos, ven como la entrada de grandes cadenas (granier, mcfit) con economías de escala en la producción, con organizaciones muy bien engrasadas y con un marketing bien pensado y contrastado por experiencias prácticas, van alcanzando cada vez mayores cuotas de mercado, y se convierten en una competencia feroz frente al autónomo.
El autónomo, por definición, está sólo. Fue una frase que se me quedó grabada de la charla de Juan Freire en el congreso Equiciudad de 2012, en San Sebastián, al que asistí con una ponencia en versión póster que realicé con compañeros de Eam Coopera. El ponente del que os hablo es un biólogo que luego ha seguido trabajando por otros derroteros, pero me da a mi que esto de ser biólogo marca, y que al final lo natural suele ser la explicación de lo social, y de lo empresarial. Estar sólo es muy jodido, y en equipo se pueden hacer grandes cosas, y posiblemente donde más claro se vea esto es en la naturaleza. ¿A que al bicho que se suelen comer los depredadores es al que se separa de la manada? ¿Os imagináis a una hormiga solitaria generando estructuras de galerías subterráneas?
El comercio asociado, por ejemplo, fue una reacción a la irrupción de las grandes cadenas de distribución a todos los niveles de la distribución. Mayoristas y minoristas tuvieron que unirse, para no perecer en un mercado en el que la escala marcaba muchas veces la diferencia. Así, aparecieron las cadenas voluntarias o agrupaciones de mayoristas, y las cooperativas de detallistas, que eran agrupaciones de minoristas. El canal convencional formado por agentes independientes (mayoristas, minoristas, fabricantes) cambia y se producen asociaciones verticales y horizontales.
Las pymes debemos de mirar a nuestro alrededor para conocer nuestro ecosistema, a nuestros competidores, a nuestros colaboradores, a nuestros clientes. En Klic, como arquitectos, estamos en organizaciones profesionales, como el colegio de arquitectos (es cierto que es obligatorio, pero también lo estaríamos si fuese voluntario), para aprender de nuestros compañeros, en organizaciones multisectoriales como AJE y REM para aprender de otros empresarios, en organizaciones sectoriales como el grupo de construcción de AJE y el de CEAJE, para establecer alianzas con otros miembros de nuestro sector, en clusters de empresas con un objetivo concreto como el Cluster Andalucía Smart city, para buscar socios con los que acometer proyectos en común, y además tenemos estrecha relación con centros docentes de diversa índole (universidad, escuelas de negocio, centros de formación profesional) porque es la manera de no perderle el pulso a las novedades y conocer el talento joven. Para mirar más allá de nuestras fronteras, hemos confiado en los programas de Extenda, gracias a los cuales hemos conocido la realidad de nuestra profesión en otros países. En todos esos sitios nos hemos movido con mente abierta, y hemos conocido gente muy diversa, aprendiendo siempre algo de cada uno. Tanto desde la perspectiva del aprendizaje, como desde la perspectiva del networking, la búsqueda de clientes y la colaboración, hay que buscar estos espacios de relación, así como aquellas personas y empresas con las que se puedan crear lazos y sinergias.
Siempre me han dado mucha envidia los informáticos, y su capacidad y disposición para colaborar en proyectos conjuntos, de manera remota, muchas veces entre personas que ni siquiera se conocen en la vida real hasta que se desvirtualizan. Creo que en gran medida lo consiguen, aparte de por las tics, gracias a tener modelos de crecimiento estructurado, como el del software libre y el crecimiento en tenedor. Actualmente estos modelos colaborativos han aparecido también en el diseño, y en la construcción el BIM es una herramienta que genera una espectacular oportunidad de colaboración entre los distintos agentes de la cadena de la construcción (desde el proyectista al mantenedor), e incluso entre distintos países, el tiempo lo dirá. En el mundo empresarial, el asociacionismo seguirá siendo la clave, y nuestra capacidad de estructurarnos conforme a los intereses de las empresas marcará nuestro alcance y permeabilidad.